OPORTO
Oporto es una ciudad preciosa. A orillas de la desembocadura del Duero. Una ciudad de cuestas y escaleras, de edificios e iglesias impresionantes, de casas llenas de azulejos y vidrieras, cuidadas en mayor o menor medida, salpicada por una atmosfera de decadencia que hace que te encuentres casas semiderruidas al lado de palacios. Tiene el aspecto de ser una ciudad que en un pasado no muy lejano fuera floreciente, pero de la cual se haya apoderado la pobreza (1 de cada 5 portugueses vive por debajo del umbral de la pobreza). Al mismo tiempo, un ambiente de tranquilidad, de calma, que contrasta terriblemente con la frenética actividad de Madrid.
Este fin de semana pasado visitamos la segunda ciudad de Portugal. Tras pasar por el hotel e iniciar nuestra visita a la ciudad, lo primero que nos encontramos fue la Avenida de los Aliados
y en ella, el Ayuntamiento de Oporto: este impresionante edificio.
Paseando rumbo al Duero, descendemos la Avenida de los Aliados, hasta llegar a la estación de tren, cuyo vestíbulo está decorado, como casi toda la ciudad, de grandes murales a base de azulejos.
Desde la catedral (o Sé) de Oporto esta es la vista que se admira. La Torre de los Clérigos, la torre más alta de Portugal, se puede ver desde casi cualquier punto de la ciudad.
Cruzamos el rio Duero por el puente de Luis I,
hasta la ciudad de Vilanova de Gaia. Desde la Sierra del Pilar admiramos la vista de la Ribeira de Oporto, que poco después visitaríamos, y nos tomaríamos unas jarras de medio litro de cerveza a 1€ la unidad, así como las empanadas de gambas, a 1€ también la unidad. Oporto es una ciudad barata. El desayuno, compuesto por super bollo y café te cuesta un euro también. Y un arroz con mariscos para dos personas (caldera enorme, llena de gambas, langostinos, almejas y congrio) por 14,50€.
Vilanova de Gaia, al igual que Oporto, es patrimonio de la humanidad. En esta ciudad se encuentran las bodegas donde reposa y se fermenta el famoso vino de Oporto. Hay muchas, las más famosas son Porto Calem y Sandeman. Esta última fue la que, a la postre, visitamos. Pero eso sería al día siguiente, este era el momento de admirar las vistas
Volviendo al viaje, tras admirar las vistas volvimos a cruzar el puente para buscar un medio para bajar a la Ribeira. El medio escogido fue el funicular de la muerte.
En la Ribeira, muchos locales para tomar algo y para comer, así como tiendecillas de recuerdos, donde estaban los típicos gallos-estaciones metereológicas de Portugal, así como azulejos, paños de cocina, etc... Sin duda, la zona más turística de la ciudad.
Tras reponer fuerzas proseguimos con nuestra visita. El objetivo era subir a la Torre de los Clérigos.
Aunque por la foto pueda parecer que está inclinada como la torre de Pisa, os aseguro que la torre es bien recta. Subir a esta torre sólo cuesta 2€. Las escaleras son cada vez más angostas, no aptas para claustrofóbicos, hasta que llegas a la cumbre, y puedes admirar las vistas de la ciudad.
Como ya he comentado, Oporto es una ciudad llena de iglesias, como la iglesia de San Francisco.
O esta otra iglesia cuyo nombre no recuerdo.
Aunque las más bonitas son estas dos iglesias, que están justo al lado de la Torre de los Clérigos, en la Plaza de los Leones.
De camino a la Torre de los Clérigos nos encontramos con... ¡un tranvía! cuestas, tranvías, océano... ¡Oporto es San Francisco!
A pesar de que las caminatas del viernes estaban siendo agotadoras, aun tuvimos fuerzas para lanzarnos a la última visita del día: El Palacio de Cristal. Sin duda, una visita de lo más prescindible e innecesaria.
Al día siguiente nos fuimos a visitar las bodegas de Sandeman. Cruzamos una vez más el puente y nos dirigimos a Vilanova de Gaia.
La visita por las bodegas sólo cuesta 3€. Una guía vestida como el logotipo de Sandeman (capa de estudiante portugués y sombrero de señorito español) nos hace la visita en el idioma que queramos, y nos muestra las barricas donde se deja que el vino de Oporto repose durante años. La bodega es oscura, fresquilla, y con un delicioso olor a vino. La guía se mueve como un fantasma con su capa por las penumbras de la bodega. Nos explica los diferentes tipos de Oporto existentes y nos muestra botellas de Oporto de 1904. "¿Me estás diciendo que alguien vino hace 104 años aquí, puso aquí esta botella y no se ha movido desde entonces?". "Sí". Da que pensar... el hombre que puso ahí esa botella ya debe estar muerto, y probablemente sus hijos también... el mundo ha cambiado mucho desde entonces... pero esa botella permanece ahi, inalterada, generando en su interior un vino de 3000€.
Al finalizar la visita, una cata de vinos. Nos dan a probar un Oporto aperitivo y un Oporto digestivo. A continuación nos muestran el camino a la tienda. El ticket de la visita no sólo permitía realizar la visita, sino que te daba un descuento de 3€ en algunas de las botellas. Compramos una botella de 8€ por 5€. Salimos de la bodega con la sensación de estar robando... ¡¿Cuanto más costaría una visita así en España?!
Cruzamos, una vez más, el puente de Luis I, esta vez por la parte de abajo, por donde pasan los coches, y tomamos el crucero de los 6 puentes (Desde el que está tomada la foto anterior del puente de Luis I). Este cuesta 10€, por 50 minutos de viaje. Así obtenemos una nueva perspectiva de la ciudad de Oporto y de sus puentes, descubrimos el puente Maria Pia, diseñado por Gustavo Eiffel, que según el libreto que nos han dado está "desactivada" (estos traductores... ains...).
El barquito se acerca hasta el Atlántico y nos devuelve a la Ribeira. Cruzamos (una vez más...) el puente de Luis I y nos comemos el arroz que os he comentado antes. ¡Delicioso!
Tras un merecido descanso en el hotel, nuestra siguiente visita nos lleva al Cafe Majestic.
Supuestamente un lugar mítico de la hostelería Oportense. Aparentemente, una trampa para turistas. Estrategicamente localizado en la calle comercial de Oporto, que parece Preciados (incluso había una FNAC!). Pasamos del Majestic y tomamos unos bollos enormes rellenos de jamón y queso por 0,80€.
Antes de volver al hotel, cuando la noche ya se nos había echado encima, nos acercamos de nuevo al puente de Luis I,
y descubrimos que, por la noche, las bodegas de Vilanova iluminan sus carteles, dándole a la ciudad el aspecto de Las Vegas.
Viendo la foto parece más bien que tenga el aspecto de una ciudad fantasma, pero yo os digo que aquello estaba lleno de luces y carteles de letras gigantescas iluminadas. Aunque también es cierto que por las calles de Oporto apenas había gente. Muy poco turismo. Claro que, por otra parte, es febrero... no es un mes muy turístico precisamente.
El domingo es un día dedicado a tomárnoslo con calma después de la paliza de los dos días anteriores. Tomamos unas cervezas en la plaza de la Ribeira (¡famosa por su cubo flotante!), y nos vamos a tomar otro de los manjares típicos de la región: la francesinha. Un sandwich de ternera y jamón, cubierto de queso fundido y coronado por un huevo frito. Todo ello regado por una salsa suavemente picante y acompañado de patatas fritas. Lo único que se me ocurre parecido a esto es la zapatilla del melos.
Y poco a poco, sin prisas, nos vamos despidiendo de Oporto, y nos dirigimos al avión que nos llevará de nuevo a la frenética vida de Madrid. Con los recuerdos de un fin de semana inolvidable guardados para siempre en la memoria y el corazón y la imagen del puente que tantas veces cruzamos juntos
8 comentarios
lol -
rev79 -
Valentin -
Rocio -
Sólo te falta un apunte: no intentes hacer vida nocturna en Oporto más allá de las 20.00 (es una ciudad fantasma!!!)
Como para mi Portugal es casi mi segunda patria y no puedo hablar mal de ella...yo diría que es una ciudad por descubrir, donde un hotel 4* puede costar 30 euros y sobre todo, la amabilidad y el encanto de los portugueses, que no tienen precio
dee -
Diego -
Me encantan tus descripciones, sobre todo las de la comida... jajajjaja
ace76 -
mce79 -
Si pinchais en las fotos podreis verlas más grandes ;)