EL INFIERNO HELADO
Menuda diferencia de temperatura entre Barcelona y Pamplona. Menudo frio que hace en la capital navarra. Todo está congelado. Los arboles, los coches, las calles... incluso hubo un dia que se veian pequeñas partículas de hielo flotando por el aire. Lo más parecido que he visto nunca al Infierno Helado.
Encontré una vez el Infierno Helado en lo alto de las pistas de esquí de Arette. Había ido a esquiar con unos amigos y con el Hijo del Viento. El día era desapacible, pero aun así nos lanzamos a la aventura. Todo iba muy bien, pero conforme avanzaba el día el cielo se iba volviendo más negro, las montañas desaparecían entre las nubes y la ventisca era más fuerte.
Subiendo en el telearrastre hacía la pista más alta, desde la que hay una bajada muy fácil y larga que pasa por toda la estación, la ventisca se convirtió en tormenta de nieve. Tenía la cara congelada, las gafas totalmente empañadas, y todas mis esperanzas de sobrevivir puestas en la barra que me llevaba a la cima, desde la que encontraría el camino a la salvación. Pero mis peores presagios se cumplieron cuando vi que delante mia uno de mis compañeros se rendía, y caía al suelo. Aunque mi primera intención fue abandonar al caído, volví sobre mis pasos, y los cuatro abandonamos el telearrastre, llegando a una pista de dificultad extrema, para la que un principiante como yo no estaba preparado, y mucho menos en medio de ese Infierno Helado. Paso lo que tenía que pasar. Uno de mis esquís se soltó y se deslizó ladera abajo.
No se como, conseguí llegar hasta el final de la pista, con la cara llena de nieve y hielo, y con más frio del que jamás había pasado en mi vida. Suerte que luego me tome unos buenos huevos fritos con patatas.
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